lunes, 11 de agosto de 2008

Llegó la hora del por ahora


Por: Nicolás Toledo Alemán.


Cuando Chávez preparaba el Referéndum de la Reforma Constitucional que se llevaría a cabo el 2 de Diciembre de 2007, tuvo la opción de presentarnos sus propuestas una a una, para que las votáramos por separado. No lo hizo. Prefirió empaquetárnoslas. Para ello colocó unos caramelitos: ampliar el sistema de seguridad social para los trabajadores informales y la disminución de la jornada laboral. Su apuesta era obvia: haciendo énfasis en las zanahorias, no nos daríamos cuenta del garrotazo que nos venía tras ellas, es decir, elección indefinida, creación de las milicias, nueva arquitectura del poder, eliminación progresiva de la propiedad privada, revertir la descentralización, etc.

Así fuimos al referéndum. La sociedad democrática entendió lo que estaba en juego y se movilizó. Buena parte del electorado que venía acompañando a Chávez (como alguna vez acompañaron a Caldera, Pérez o Lusinchi) no se sintió particularmente motivado y prefirió quedarse en sus casas y la Reforma Constitucional de Chávez murió así nonata.

El resultado fue la más importante victoria de las fuerzas democráticas sobre el neototalitarismo en estos últimos 10 años. Esa “victoria de mierda”, “pírrica” (sic) según vocabulario escogido por nuestro Presidente para su alocución nacional se habría debido a que el país no estaba preparado y la revolución, léase Chávez, apuró el paso más allá de sus posibilidades para el momento.


La estrategia del empaquetamiento tuvo resultados a la carta, según el gusto del lector; a la postre fue buena para Chávez y sus intereses. De haber llevado las propuestas por separado tal vez el descalabro hubiese sido más amplio y evidente, al menos en aquello que más les importaba. Fue mala para el elector clientelar que esperaba ganar, al menos, alguno de los caramelitos que allí se incorporaron. Y tuvo resultados mixtos para la oposición, que por una parte ganó e impidió así la concreción del proyecto neototalitario, (por ahora…) pero por otra parte, al haber obtenido un rechazo general al paquete no le fue fácil evidenciar de manera más clara y contundente, el rechazo particular y concreto a las medidas más emblemáticas de la propuesta, donde la reelección era quizá de las más importantes.

Al día siguiente se llenaron las vallas de las ciudades del país con un muy escueto pero amenazante: ¡Por ahora!.


Ocho meses después ese por ahora llegó gracias a la Ley Habilitante, y lo que el pueblo rechazó en paquete, viene con nuevo disfraz, el de conjunto de leyes discutidas en cenáculos, aprobadas por fast track, refrendadas en su legalidad por el TSJ que tarda más de dos años en decidir sobre la legalidad de las inhabilitaciones, pero menos de tres días para avalar este oprobio.

Curioso: en ninguna de las 26 leyes aprobadas se nombra el sistema de seguridad social para los trabajadores informales y la disminución de la jornada laboral. Aquellos caramelitos ya no están haciendo falta, manera de evidenciar cuán dispuesto estaba el ejecutivo a ponerlos en práctica aún si hubiesen sido aprobadas el 2D.

¿Por qué Chávez lanza este paquete de leyes justo en este momento? ¿Por qué ha llegado la hora del “por ahora”?

Por tres razones. Primero, porque Chávez no es demócrata, ni respeta al pueblo, ni aspira a otra cosa que perpetuarse en el poder. Como todo déspota se debe al pueblo que el nombra como tal, los que lo adversan no son pueblo, son escoria.

Segundo, porque sabía que haciendo coincidir esta avalancha de leyes con el tema de las inhabilitaciones le quitaría impacto a su inconstitucional proceder, en uno como en otro tema. Y tercero porque, a sabiendas de que la oposición democrática ya había entendido la importancia vital de las elecciones del 23 de noviembre, aspiraba a distraerla de ese objetivo estratégico y, de no lograrlo, haber avanzado en su proceso de consolidación totalitaria con la aprobación de un andamiaje legal desde agosto, aunque su puesta en práctica sólo se lleve a cabo después de diciembre para evitar mayores impactos a sus aspiraciones electorales.

Si esto es así, ¿qué deberíamos hacer los demócratas venezolanos? Lo que estamos haciendo: no cejar en el objetivo estratégico de ganar la mayor fuerza posible en las elecciones del 23N. Oponernos con toda la fuerza a ese paquete de leyes y denunciar el contrabando de sus contenidos luego de haber sido rechazadas por elección popular en el referéndum del 2D. Denunciar el “olvido” presidencial con los trabajadores venezolanos, informales o no. Prepararnos para ganar y cobrar la victoria que obtengamos en las elecciones regionales sea ésta del tamaño que termine siendo. En fin, darle al venezolano razones para mirar hacia otro lado: esperanzas, gente de valía, valores supremos, nuevas y diferentes maneras de hacer política.