jueves, 23 de abril de 2009

Palabras en homenaje a Jeannette Abouhamad



A propósito del Bautizo y Presentación del libro de la Biblioteca Biográfica Venezolana "Jeannette Abouhamad", de la Profesora Elsa Cardozo

Por: Nicolás Toledo Alemán




Entre 1978 y 1980 yo fui preparador de Jeannette Abouhamad y de Gisela Hobaica en la cátedra de Epistemología y Teoría Social de la segunda mitad del siglo XX. Una generosa carta de recomendación de Jeannette me abrió el camino para trabajar en el Cendes y, posteriormente, obtener una beca para estudiar en Francia. En 1983, ya en París, recibí una llamada de Gisela, su colega y prima, pidiéndome un favor muy particular: que fuera a la catedral de Notre Dame a pedirle a Dios por Jeannette quien estaba agonizando.

Yo nunca había entrado a una iglesia con el propósito de hablarle a Dios, pero esa vez lo hice. No sabía el protocolo, las formas adecuadas para semejante petitorio; por supuesto tampoco sabía yo acompañar mis suplicas con ningún rito, plegaria o retórica acorde con mi interlocutor. A decir verdad, tampoco sabía si me estaría escuchando alguien y aquel Dios me sigue pareciendo difuso e inconmensurable. Pero lo hice. Lo hice con todo el fervor que un marxista, aunque en trance de dejar de serlo, podía implorar. Lo hice por ella.

Fue en otra iglesia, 20 años después, con el padre Baquedano, que escuché una historia que quiero compartir con ustedes:

Había una vez un viejo capitán de un gran barco que cada vez que tenía que emprender una travesía transoceánica llegaba al puerto, ascendía a su barco y en lugar de ir directamente al puente de mando iba ritualmente a su camarote, allí abría una alacena y extraía un cofre. Lo abría con una vieja llave que siempre llevaba consigo y sacaba un papel manido. Lo desdoblaba, lo leía con atención, lo doblaba de nuevo y lo guardaba en el cofre. Cerraba todo y, entonces sí, se dirigía a su puesto de mando. Siempre hacía lo mismo cumpliendo ese secreto ritual.

Cuando el viejo capitán murió, su tripulación quiso desvelar el secreto, saciar su curiosidad y averiguar qué cosa de tanto valor o importancia pudiera encontrarse en ese cofre. Fueron al camarote, abrieron el cofre y leyeron el papel, que para sorpresa de todos, sólo contenía cuatro palabras: babor izquierda, estribor derecha.

El padre Baquedano contaba esta historia oficiando un matrimonio para ilustrarnos el valor de los fundamentos, lo que quería hacer ver era que un matrimonio era como un largo viaje que requería se emprendiera con cuatro bases sólidas: amor, comunicación, comprensión y perdón. Quería dejarle a los novios la reflexión acerca de que las reglas de convivencia son en realidad pocas y así de claras, son sencillas fórmulas morales.

Abusando quizás de la imagen, los que conocimos a Jeannette reconoceremos de inmediato que tener clases con ella era nuestra particular búsqueda de ese cofre y que sus enseñanzas fueron…, son, como ese papelito del viejo capitán. Ella nos enseñó fundamentos, fundamentos sólidos no sólo para ser buenos sociólogos, que sería si a ver vamos, algo derivado, consecuencia de lo que en verdad le importaba: eran…, son bases para ser personas dignas. Mi papelito, el que ella me enseñó y que he tratado de seguir desde entonces decía: libertad, dignidad, saber, responsabilidad.

La combinación de esos cuatro fundamentos nos dice que sólo siendo libre puedes sentir respeto por ti mismo, que huir de la mediocridad es la vía para ser libre intelectualmente. Que sólo siendo digno te puedes sentir libre, Que debes dudar de lo que has aprendido y no ser dogmático. Que para conocer, para saber de algo tienes la responsabilidad de, primero, revisarte a ti mismo. Que no debes admitir acríticamente nada, pero tampoco desecharlo. En fin, que no se trata de seguir como borregos esta bandera o aquella otra, sino de lo que se trata es de no ser borregos.

Cada vez que pienso en Jeannette y les puedo jurar que lo hago con frecuencia, lamento no haber sabido rezar aquella mañana en Notre Dame, me consuela saber que al menos le dio tiempo de legarnos a cada uno de los que la conocimos, su respectivo papelito.

Como ustedes saben, Jeannette escogió estudiar a la comunidad de Amuay porque era un pueblo en el que convivían, enfrentándose, lo moderno y lo premoderno, la gran industria con la pesca y agricultura precapitalista. En esa “región de vientos y aguas encontradas” se podía comprender mejor esa venezolanidad. Hoy, cuando estamos viviendo como país la exacerbación de la separación, la negación del otro, la banalización del mal, la intolerancia y la violencia. Hoy cuando Venezuela se ha convertido, toda ella, y en más de un sentido, en esas dos Amuay de las que ella hablaba, “región de vientos y aguas encontradas” busquemos en nosotros mismos esos fundamentos de la dignidad, nos están haciendo más falta que nunca.

Muchas Gracias.

lunes, 2 de febrero de 2009

Führer befiehl, wir folgen! Alle sagen Ja!


Lo ocurrido en la Sinagoga Tiferet Israel ubicada en la sede de la Asociación Israelita de Venezuela (AIV), en la Urbanización Maripérez de Caracas no es más que el natural corolario de un discurso racista, intolerante, agresivo, negador del otro, fascista y profundamente ignorante proveniente de la cúpula de este gobierno neototalitario que lidera Hugo Chávez. En Sabath, amparados por la oscuridad, con la cobardía del agavillado, entre 15 y 20 camisas pardas profanaron el templo, lo rayaron con pintas antisemitas de triste abolengo, lo orinaron, destruyeron sus objetos de culto y bajo la mayor impunidad desaparecieron como entraron, como ratas de albañal. En ese mismo sitio, justo una semana atrás (el 23 de enero), varios cientos de policías metropolitanos, armados hasta los dientes conformaron una barrera para contener a la juventud venezolana en su misión de alertar a los venezolanos de los peligros de la reelección indefinida. Esa noche de la agresión a la Sinagoga no se apareció ninguno de esos policías para defender a nuestros conciudadanos, a su templo, a su derecho a profesar su credo, a su derecho a la propiedad privada, a su dignidad. No apareció ninguno, o tal vez si. Estaban allí, con la contundencia de su presencia física garantizando la mayor impunidad, pues quienes profanaban lo hacían a sabiendas de su apoyo, allí o allende, en ese momento o más tarde, antes y mientras dure esta pesadilla. Como estaban allí las palabras de Chávez en Belem du Pará diciendo sentirse honrado y orgulloso de la medida de expulsión de nuestros representantes por parte de Israel, como medida diplomática proporcional a la expulsión del embajador israelí en Venezuela. Como estaba Nicolás Maduro, Tarek El Aissami, Jessie Chacón, la Asamblea Nacional, el Alto Mando Militar, el Psuv y como la historia recordará que estaban también allí todos los venezolanos que no digamos un NO, rotundo a este despeñadero moral o no levantemos nuestra voz defendiendo nuestra propia dignidad pisoteada cuando se pisó esa Sinagoga.

Como bien señalara Hanna Arendt: en un régimen totalitario no existen en absoluto ni la inocencia colectiva ni la culpabilidad colectiva; sólo tiene sentido hablar de culpabilidad o inocencia en relación con individuos. Quienes participamos de la vida pública en este país que cada día es más totalitario estamos obligados moralmente a ubicarnos en uno u otro bando; o estamos con las víctimas rechazando estos actos criminales o estamos con los perpetradores avalándolos. Aquí, en este dilema, no caben los ni-ni. El libre albedrío está allí, no se puede pretender vivir en paz consigo mismo y dejar pasar esto. Podemos evitar convivir con un asesino el resto de nuestras vidas. Basta con no convertirnos en uno al ser cómplices de lo que está pasando en Venezuela.

Führer befiehl, wir folgen! Alle sagen Ja! Eso gritaban los nacionalsocialistas alemanes cuando despojándose de su individualidad se mimetizaban con el pueblo y su líder para banalizar el mal que ellos infligían. El mal requiere que haya una deshumanización previa del otro que va a ser objeto de dicho mal y ese otro demonizado se escoge por diferente, por ajeno, por lejano, por peligroso, es decir, por miedo. De allí que la inculcación de un miedo, la identificación de un otro a quien temer es factor sine qua non para el advenimiento del mal, tanto en la historia, como en las almas y perdóneseme la separación de lo inseparable.

¡Ordene comandante, nosotros obedecemos. Diremos Si! Eso mismo lo hemos oído en los mitines, en las alocuciones presidenciales, en los cuarteles bolivarianos, lo hemos leído en pancartas y en remitidos públicos, en la calle tanto como en el Tribunal Supremo. Lo vimos allí, en la Sinagoga Tiferet Israel y allí donde están echando gas del bueno en este momento.

Allá los que digan “ordene Comandante” y obedezcan. Valga esto como parte de mi NO. De mi personal, íntimo, individual y responsable NO. En mi nombre, NO.

Nicolás Toledo Alemán.