lunes, 8 de marzo de 2004

José Vicente Rangel y la esperanza.



Nicolás Toledo Alemán.



En 1973, durante la campaña electoral, cerca del Centro Comercial Caurimare, se llevó a cabo un mitin del MAS. En él, hablaron Joaquín Marta Sosa, Freddy Muñoz y José Vicente Rangel. Yo tenía 16 años y ya formaba parte de la Comisión Nacional de Propaganda del MAS. Antes de montar la tarima y poner el sonido habíamos llenado todas las paredes de la zona con “pintas” y afiches invitando al mitin.

Creo recordar que en la noche, mientras hablaba Freddy, comenzó a llover y alguien le tendió la mano con un paraguas. Freddy lo rechazó argumentando que lo que era igual no era trampa, y ya que los demás se mojaban oyéndolo, el se mojaría hablándonos. Escampó y habló JVR.

Nada de lo que dijo lo guarda mi memoria (jamás fue muy buen orador y, mucho menos, en aquella época), pero era mi candidato y, a pesar de que trabajaba en su campaña, nunca lo había tenido tan cerca como esa noche. Al irse la gente me atreví a acercármele y (¡horror de los horrores!) le pedí que me firmara un autógrafo. Algo que nunca antes, - ni después- había hecho. Amablemente lo estampó en el envés de una tarjeta donde aparecía su foto, de cuerpo entero, vestido de negro y con las manos atrás, rememorando a José Gregorio Hernández. Todavía la conservo. Es de color fucsia y su foto blanco y negro. En ella se lee, con su letra: “A Nicolás y a la esperanza” JVR.

Siempre me he preguntado el significado de esas palabras, del por qué me colocaba, en aquel entonces, en relación con la esperanza. Siempre estuvo claro para mí que se refería a la juventud, que yo de alguna manera representaba, y no a mí en particular, pero así y todo ¿ponía él sus esperanzas en mí? Y si lo hacía, ¿lo hacía en el sentido que proponía André Maurois para quien el arte de envejecer es el arte de conservar alguna esperanza? Es decir, ¿quería conservar su esperanza, aunque fuera depositándola en un joven? Han pasado 30 años y hace más de 20 que yo ya he perdido toda esperanza en JVR. Lo que hoy siento por él ya no importa. Estoy seguro que muchos lectores saben a lo que me refiero cuando digo que no vale la pena dedicarle la más mínima partícula de rencor.

Hace unos años José Vicente Rangel nos diría que “los venezolanos deberíamos darle gracias a Dios de que Chávez no nos salió gorila”, ( El Nacional 12/08/01) para resaltar lo que según él es una virtud de Chávez, su ser demócrata. Para mí esa declaración fue una confirmación de lo que algunos ya sospechábamos: que los civiles que acompañaron a Chávez en su intentona golpista del 92 se tiraron el albur, que apostaron sin conocerlo, que irresponsablemente se tiraron la jugada para luego ir yendo como fuera saliendo, que unieron las piezas de su Frankenstein rezando para que cuando se despertara le funcionara su corazoncito democrático, ese que, gracias a que lo tenemos la mayoría de los venezolanos, les ha permitido a Rangel y a los que son como él, medrar de nuestra política.

Ese Frankestein se despertó de nuevo esta semana pasada y buscó saciar su sed de sangre. Sangre que salpicó a Jotavé, sangre que lo mancha y que lo quema.

En días pasados JVR llamaría a Pompeyo “Tonto útil” cuando éste le recriminara su silencio, su inacción, su villanía al aceptar, amparar, defender y auspiciar las torturas, la represión y la muerte de jóvenes venezolanos.

Pompeyo Márquez con la voz quebrada y la mirada vidriosa le pidió a JVR que recordara lo que escribiera antaño sobre el asesinato de Alberto Lovera. Yo lo interpreté como una última esperanza, por parte de Pompeyo, de encontrar en el actual Vicepresidente algún signo de humanidad, de conciencia, de integridad. Le exigía coherencia. Vano esfuerzo.



Si José Vicente hubiese escuchado y si se hubiese puesto a releer su Expediente Negro hubiese encontrado cosas como esta, que lo retratan mejor que aquella vieja foto que aún conservo: "¿Cuántos de los que fueron torturados, son hoy torturadores? Porque el hecho de haber sufrido antes, no es una señal gloriosa que permanentemente lo pone a uno a salvo de una villanía. El hombre está confrontándose diariamente con la realidad, con la vida y con la verdad. Y en esa forma muchos que ayer fueron héroes, dejaron de serlo. El pasado heroico de un hombre o de un partido no es suficiente garantía. Esto se puede aplicar sin riesgo a equivocación, hoy día, en Venezuela. La garantía está en la consecuencia con un ideal y en la lealtad hacia los principios." José Vicente Rangel: Expediente Negro. Editorial Fuentes, Caracas, 1972, pág. 263.

En ese párrafo, JVR se refería a un antiguo luchador de la resistencia antiperezjimenista convertido en torturador de la Digepol en los años 60.

JVR está confrontándose día a día “con la realidad, con la vida y con la verdad” y en esa confrontación, su confrontación, pierde, pierde, lamentablemente, pierde.

Siempre me intrigó saber que si yo –para él- era la esperanza, ¿qué era él para sí mismo? Shakespeare escribió que el desdichado no tiene otra medicina que la esperanza. ¿Representaba la juventud su medicina? ¿Ya era JVR, en aquel entonces un desdichado? Ahora creo que me igualó a la esperanza, porque ya él no tenía ninguna. Desde entonces sabía que la había perdido, que jamás la encarnaría. Tal vez por eso la odia cuando la ve en la dignidad de este pueblo.

Desdichado torturador.