sábado, 2 de julio de 2011

Un hueco en las entrañas

Por: Nicolás Toledo Alemán.


Había una vez un río de petróleo que iba a desembocar en un mar de corrupción. En ese mar nadaban con mayor o menor pena un conjunto de personas agarrándose de lo que pudiera flotar: un cargo en la administración pública, una beca cultural, una cátedra de alguna universidad autónoma, compadrazgos que dicho sea de paso flotan muy bien en estas aguas, alguno que otro del robo de bancos -los bancos siempre flotan bien en cualquier mar-, otros de ciertos contratos cuyo diseño los hace surcar las olas plácidamente y muchos, pero muchos que de tanto comer mierda flotaban solos.
Sus días pasaban sin pena ni gloria, sobre todo sin gloria. Lavaban sus gargantas con cualquier lavagallo, empotrados en barras de bares que también medio flotaban como podían. Hablaban de cualquier vaina generalmente en tiempo pasado glorioso que no pudo ser de tanto jején y cadillo, pero sobre todo de errores y traiciones, de conchas y tiros y torturas y helicópteros desde donde llovían héroes. Algunos eran artistas plásticos, poetas, cineastas y hasta escritores (músicos pocos, ellos vuelan alto) que cada quince y último se daban un paseíto nadando pasaban por go y cobraban sus cobres.
Tenían buen verbo, hablaban de mundos mejores y hombres nuevos, de justicia y libertad. Criticaban ese mar en el que flotaban cada vez que se ponían a nadar estilo espalda y podían ver el sol. En ese mar también había barcos, botes y yates, pero también corchos y grandes peñascos fuertemente implantados en la arena. Los barcos eran exitosos, en ellos cabía mucha gente. Los botes no estaban mal, te permitían mantener la cabeza fuera y respirar con cierta holgura. Los yates si eran inalcanzables, por lo general lo manejaban yuppies que hacían dinero en la bolsa y transaban divisas preferenciales. Los corchos siempre estaban a flote, subían con cualquier ola y cuando había marea baja flotaban igual que con la alta pero eran mal vistos por no tener ideas propias y dejarse llevar por modas, los llamaban oportunistas. Las rocas y peñascos estaban allí, al parecer, en contra de su voluntad. Se sentían más bien injustamente bañados por la calidad putrefacta de esas aguas, seguían allí porque algo las mantenía firmemente arraigadas en una lucha permanente contra la fuerza erosionadora del mar.
Un día pasó por allí un portaviones, la mayor parte de los que allí pululaban lo admiraron, le vieron sólido, bien armado, con gran calado y mucha autonomía de navegación, en su cubierta había poca gente, muchos en popa viendo hacia atrás, algunos a babor (izquierda) y otros a estribor (derecha) y aparentemente nadie en la proa viendo hacia adelante. Les tendieron cabos y escaleras y muchos, muchísimos, subieron a bordo. Los que lo hicieron muy pronto cambiaron el lavagallos por finos licores, la dieta de estiércol por platos abundantes en las mejores mesas. Tan sólo les ordenaron ponerse un salvavidas color rojo y asistir a todas las convocatorias que se hiciesen. Parecía poco el costo para semejante travesía en comodidad y prestancia. El portaviones hundió a la mayor parte de los barcos y botes, pero los que navegaban en ellos pronto se unieron y empezaron a construir un buque acorazado.
La vida en el portaviones era cómoda, el combustible tan solo se debía tomar del mismo mar en el que flotaban, viajaban por todo el mundo, vivían con boato y desdén por los demás. Despilfarraron sus alacenas y tenían siempre sus motores a toda revolución arrasando con todo lo que estuviera al alcance de sus hélices. Era tan grande y poderoso que menospreciaron al acorazado y, sobretodo, despreciaron a todos los que no tenían salvavidas lanzándolos por la borda o topándolos con su proa hasta partirlos o doblegarlos.
Un día, por casualidad, alguien descendió a la sala de máquinas, nunca nadie había sentido la necesidad de visitar esas entrañas; el gran buque se sentía tan cómodo, tan poderoso, era tan arrogante y el horizonte estaba tan despejado que ¿para qué revisar allí, donde es mejor no estar jurungando?
Lo que encontraron les hizo saltar las alarmas: un gran hueco por debajo de la línea de flotación, un hueco corroído en un latón herrumbroso. Ordenaron taparlo, pero empezaron a ver que el óxido y el moho se habían extendido a otras paredes aledañas en el vientre del navío.
¿Qué hacer? Por lo pronto seguir con la música, que nadie se entere pues el pánico podía escorar al otrora indestructible portaviones. Muchos confían en los soldadores y fontaneros pero empiezan a tragar duro. Otros se aferran aún más fuertemente a sus salvavidas y buscan probarlos disimuladamente en las bañeras y en las piscinas. Todos silban y se pasean por cubierta como quien no quiere, así, distraídamente, acercándose como por casualidad a los pocos botes salvavidas y otros se hacen de bengalas por si hay que lanzar señales de auxilio. Todos sacan cuentas, el de al lado, el de enfrente pudiera ser tu competencia a la hora del “mujeres y niños primero”.
Ya nada parece ser lo mismo en ese mar de corrupción con su afluente petrolero. El portaviones podrá seguir a flote pero se le vieron las costuras, nunca podrá seguir como si nada, su lustre y su mito de acero indestructible hizo agua, ahora le pesa el tonelaje, su tripulación lo acompañará mientras flote y mantengan a resguardo los botes salvavidas. Nadie quiere ser el primero, pero sobre todo, nadie querrá ser el último en saltar. Sus pasajeros están nerviosos y empiezan a otear el horizonte cotejando las condiciones del navío que les da albergue con las del destructor que navega a su lado. Los demás botes y yates empiezan a hacer ondear facturas que hacen las veces de banderas.
En cubierta tirita un pasajero, si se le acercan podrán oírle lamentarse en voz queda: Tan mal que me porté con ellos, tan altanero que fui, tan vengativo, cuánto mentí, a cuánta gente herí, tanto equipaje que acumulé en mi camarote 5 estrellas que ahora me pesa y que no podré ocultar y este chaleco que me ahoga…

martes, 14 de junio de 2011

Usted es un caraqueño, clase media, adulto contemporáneo si...

Por: Nicolás Toledo Alemán

Yo estoy hecho de esto. Mis recuerdos, mis vivencias, mis experiencias, mis querencias. Cada una de estas cosas que listo a continuación dejaron una marca y hacen este yo que soy y que no puede ser de otra manera. ¿Qué tanto nos parecemos?
Tu eres un venezolano, caraqueño, adulto contemporáneo de clase media si...

1. Cambiaste tapones de la breakera
2. Comías bombas con green spot
3. Tomabas Uvita Grapette
4. Ibas a Tomaselli o al Naturista a comer helados
5. Te llamaban marchante en los mercados.
6. Tomabas Orange Crush
7. Leías las comiquitas de Archie, Susy, Linterna Verde, Batman, Superman, Flash.
8. Usabas U.S. Keds.
9. Comprabas tu uniforme escolar en la Proveeduría de la esquina de la calle Hélice con ave. Libertador en Chacao.
10. Fuiste al cine Canaima, al Olimpo, al Lido, el Caroní o al Teatro La Castellana.
11. Te escondiste en la maleta del carro para poder entrar al cineauto a ver películas clase B.
12. Fuiste a los cineautos de Los Chaguaramos, Los Cortijos, Santa Fé, y los Chorros.
13. Recuerdas la construcción de la Cota Mil.
14. Llegaste a quebrarte la cabeza pensando que después del Ciempiés, el Pulpo y la Araña qué otro nombre de animal hallarían para un nuevo distribuidor en la autopista.
15. Transitaste (y aún vives para contarlo) por Plaza Venezuela sin semáforos.
16. Te montaste en un Emtsa en Chacaito.
17. Transitaste en doble vía por la Calle Real de Sabana Grande.
18. Te perdiste el concierto de Queen por el Luto Nacional por la muerte de Betancourt.
19. Reuniste las barajitas de Naturama.
20. Viste jugar a Luís Aparicio.
21. Presenciaste la caravana de Morochito Rodríguez por la Fco. de Miranda después de su medalla olímpica.
22. Lloraste por la muerte de Walt Disney, diste una puya como contribución a un monumento en su honor (que alguien se robó) y creiste hasta hace poco que en realidad estaba congelado esperando una cura a su enfermedad.
23. Viviste el luto por Cherry Navarro.
24. Fuiste a “Mi vaca y yo” en Baruta.
25. Recuerdas tus citas en “El Faro” y “El Tolón”
26. Pulías cachitos con “Brasso” y les hacías un huequito para usarlo de dije o de llavero
27. Sabes cuál es la consigna
28. Fumaste Lido, Alas, Fortuna, Negro Primero.
29. Fuiste hasta Catia por las guarapitas del Médico Asesino
30. Tomaste medias jarras de cerveza Caracas o Zulia.
31. Te vestiste en Carnaby o comprabas bluyines Lee y criticabas a los Caribú.
32. Bailaste steelband en los carnavales de Carúpano.
33. Celebrabas el fin de año en el Liceo tomando vino pasita.
34. Presentaste reparaciones en el Gustavo Herrera (estudiaras donde estudiaras en el este de Caracas)
35. Sufriste la zonificación escolar.
36. Oiste el pitico de Piñerúa. Es más, sabes quién fue Piñerúa.
37. Pusiste una calcomanía con una oreja en tu parabrisa.
38. Compraste pan de a locha durante décadas. Es más, sabes lo que es una locha
39. Te acuerdas del concierto de los cinco de Jackson (incluyendo a Michael) en el Poliedro y quedaste impactado con la actuación de Donna Summer
40. Ibas de vacaciones a Los Caracas.
41. Cuando alquilabas una casita al Incret en Los Caracas, te daban las sábanas, las almohadas y las fundas.
42. Reuniste fuertes de plata.
43. Patinaste con patines de cuatro ruedas (dos y dos) de metal con ganchitos que agarraban la suela.
44. Para ir a Higuerote tenías que pasar por la Urbanización Miranda.
45. Pagabas peaje a La Guaira de bajada y de subida.
46. Sabes quiénes eran Gaby, Fofó y Miliki.
47. Teníamos nuestras Cuatro Monedas.
48. Tenías picó, discos 45 y cartuchos para el carro.
49. Usabas un plato Garrard.
50. En tu casa había una Enciclopedia Temática.
51. Si tenías el pelo largo te decían “pareces un beatle”.
52. Sabes lo que es un corte totuma.
53. Te morías por Chelo Rodríguez o Corina Castro.
54. Fuiste patotero, o los sufriste.
55. Votaste con tarjetas.
56. Te preguntaste ¿dónde estará Nihaus?
57. Te acuerdas del Caramelito Branger y el Chino Cano.
58. Sufriste el día de parada y “Habla el Presidente”
59. Te acuerdas que “El Tablazo Marca el paso” y “La Conquista del Sur”
60. Te peleaste por un cupo en liceos públicos.
61. Sabes quién era Locoven y porqué lo llamabamos así.
62. Participaste en Empresas Juveniles de Venezuela
63. Te beneficiaste del decreto 21
64. Viajaste en PanAm
65. Conociste el Renault 4 “La Haydecita”
66. Viste “Tu País está feliz”
67. Te prohibieron ver “El último tango en Paris”
68. Viste a Santana en Valencia.
69. Viste varias veces “Las fresas de la amargura”, “La fiesta inolvidable” , “El mundo está loco, loco, loco”
70. Tu mamá lloraba con Sara García y Libertad Lamarque
71. Recuerdas cuando el Toddy cambió de sabor
72. Tenías un uniforme distinto en cada colegio o liceo.
73. Tu mamá vendía ropa Montreal para redondearse.
74. Usaste pañales de tela que guardaban en un pipote plástico con tapa, que recogía una empresa semanalmente para lavarlos.
75. Llegaste a ser paciente razonablemente contento del Seguro Social.
76. Bailaste caderú
77. Viste a Miriam Makeba cantando Patapata.
78. Manejaste un Valiant, un Hillman, un Ford Falcón, un Renault 10, un Chevelle Malibú o un Nova.
79. Llevabas en la maleta del carro una caja full de herramientas y un dinamo, y bujías, distribuidor y correas de repuesto.
80. Le ponías un tigre a tu tanque.
81. Veías el Reporter Esso
82. Gritabas “Aquí es” ante las carrozas de carnaval.
83. Campeones internacionales de yo-yo visitaron tu colegio (usaste yo-yo Coca-cola)
84. Te montaste en un Circunvalación.
85. Halabas la cuerdita o aplaudías para que se parara el autobús.
86. Te montaste en un Icarus (el autobús con acordeón)
87. Le temías a los “tombos patas blancas”
88. Oías Radio Aeropuerto dando la hora.
89. Usaste el actual aeropuerto nacional como internacional y el de carga como nacional.
90. Cuando las autopistas estaban en reparación había letreros del M.O.P. que te advertían por anticipado del peligro. Es más sabes lo que significa M.O.P.
91. Te paraban por llevar un stop quemado y te multaban por quedarte sin gasolina.
92. Luchaste por la locha de la leche
93. Sabes que si respondieras la pregunta de las 64 mil lochas, ganarías 8 mil bolívares!!!!
94. Ibas a Cúcuta a comprar barato.
95. Tomabas cerveza por yardas en Le Drugstore de Chacaito.
96. No había ningún otro Centro Comercial más que el de Chacaito.
97. Te montaste en el Coney Island en los Palos Grandes.
98. Fuiste al Parque de Diversiones de El Conde.
99. Te acuerdas de la Conferencia del Mar y cómo cambió a Caracas.
100. Tuviste tu propia miniteca con luz negra y humo hecho con hielo seco en un tobo.
101. Le temiste a la machaca
102. Huiste de Caracas porque el Ávila se iba a abrir.
103. Detestaste a Oscar Yánez reportando desde los escombros del terremoto.
104. Afortunadamente, sobreviviste al terremoto.
105. Te bañaste en la piscina de Los Corales y te ponías bajo el tubo de agua del mar que llenaba la piscina de Los Caracas.
106. Viste (y padeciste) la construcción y mudanza de los elevados.
107. Recuerdas la llegada de las bolsas plásticas para la basura (decreto de Diego Arria).
108. Te pagaron con tinoquitos.
109. Te lanzaste por el supertobogán en Las Mercedes.
110. Comiste arepas queseras con tocineta en el Trolly.
111. Odiabas al Gorila y su dama de las cadenas.
112. Amabas a Basil Batá y al Dr. Nelson.
113. Usabas medias Mariselita o chachachá.
114. Te ponías camisas cuello mao.
115. Le pediste al niño Jesús una Carolina y un Carleto.
116. Le ponías pretinas de colores al ruedo de los pantalones acampanados.
117. Llamas a las pelotas de baseball: “pelotas de spalding”
118. Comiste pepitos en El Cubanito.
119. Te pasearon por Caracas en carretas a caballo.
120. Tus domingos eran de Mister Chip
121. Tomabas leche Silsa y chicha A1
122. Tomabas leche en polvo Klim.
123. Te dieron 20 Torontos por un bolívar.
124. Cantabas “Le dicen Dinamita, se llama Mike Malone y son sus puñetazos cual balas de cañon...” de la serie “Camioneros”.
125. No te perdías al Topo Gigio y al Boxitracio.
126. Si eras alto y flaco te llamaban Pasmarote y si eras retaco te decían Morocotopo.
127. Jurabas que en el año 2000 estaríamos como Los Supersónicos.
128. Jugaste con soldaditos de plástico verde y tuviste un Fuerte Apache.
129. Jugaste tennis en el Atari
130. Seguías a El Fugitivo.
131. No te perdías a “Mi marciano favorito” ni “Buscándole novia a Papá”.
132. Soñabas con ganar en “Monte sus cauchos Good Year”, la “Rueda de la Fortuna”, “La Craneoteca” , “Viva la Juventud” o en “Feria de la Alegría”.
133. Viajaste 45 días a Europa con menos de 5 mil bolívares gracias a la ONTEJ y al dólar a 4,30.
134. Sabes a que nos referimos con el dólar a 4,30.
135. Depositaste tus ahorros en “Acu ma que un baco”
136. Comprabas tu ropa en “Elmer Boutique”
137. Tenías un número telefónico de 5 ó 6 cifras.
138. Presentabas exámenes finales en julio.
139. Formaste parte de un comité de preinscritos.
140. Tus padres no se divorciaron.
141. Ibas al Ateneo a oír a Xulio Formoso o a Facundo Cabral.
142. Tuviste amigos guerrilleros.
143. Hacías “trabajo de barrio” o “círculos de estudio” si no ibas a “convivencias”
144. En las fiestas, bailabas “música lenta” con el brazo izquierdo abajo y cachetes pegados.
145. Ibas a agarrar chipichipis en Higuerote.
146. Tenías algún conocido con un palafito en Morrocoy.
147. Tenías a otro con un motorhome en su garaje.
148. Podías andar en moto por TODA la ciudad.
149. Estabas enamorado de Raquel Welch.
150. Usaste camisas hindú.
151. Lloraste con Love Story
152. Querías escaparte con tu novia(o) como en Friend’s.
153. Le susurraste a tu pareja de baile “Cómo puedes curar un corazón herido”
154. Usaste los machotes.
155. Te ponías las camisas por fuera.
156. Ibas al futbol en el San Ignacio y al béisbol en la Electricidad de Caracas.
157. Querías que se muriera Franco.
158. Coleccionabas banderines.
159. Usabas pulseras de compota.
160. Tu primera carpa era de lona, pesaba como 50 kilos y copaba toda la maleta del carro o “la parrillera”. Es más, sabes que es una parrillera.
161. Pensaste que nunca habría un Papa más bueno que Juan XXIII
162. Ya has visto 3 “humos blancos”, por ende conoces el significado de la expresión “salió humo blanco”.
163. Para ti, un “pito” era una “chicharra”.
164. Las verdaderas chicharras entraban a tu casa todo el tiempo, y tu debías cogerlas por las alas para tranquilizar a las mujeres de la casa. Jamás olvidarás el ruido seco y hueco que hacen al estrellarse contra una pared.
165. Los 15 y último te matraqueban los fiscales de tránsito.
166. Le huías a la recluta.
167. Ibas al Puerto de La Guaira cuando llegaban los barcos de pasajeros.
168. Podías optar entre ir a la Guaira por la autopista o por la carretera vieja.
169. Ibas a Maracay o Valencia por la carretera vieja para pararte en la Encrucijada y comerte un sándwich de pernil.
170. Para ti, las toallas sanitarias siempre se llamarán modess.
171. Fuiste al primer Multicine en Chacaito.
172. Podías escoger entre balcón y patio.
173. Sabes por qué le decíamos El Adecal a El Cafetal.
174. Envidiabas tener un LTD.
175. Sabes quién era el hombre del maletín.
176. Cantabas el himno de algún partido político.
177. Tu familia no compró terrenos en Oripoto porque eran muy lejos.
178. Hiciste parrillas y picnics familiares en la carretera al Junquito.
179. Todo lo filmábamos en super 8.
180. Tu primera afeitadora fue de cartucho.
181. Tu primer control remoto sólo prendía y apagaba o subía y bajaba el volumen de tu TV.
182. Tu televisor era un Zenith, un Philco, o un RCA. En todo caso gringo, nunca japonés.
183. Para ti, todo lo malo decía “made in Japan”.
184. A lo bueno le decías “pepiao”.
185. Imitaste la forma de hablar de los personajes de Joselo.
186. Usaste calentador de agua eléctricos de los pegados a la ducha (y temiste electrocutarte).
187. Tuviste alguna tía o vecina que no se afeitaba los sobacos.
188. Tu papá usaba brillantina.
189. Te daban una cucharada de Aceite de Bacalao o levadura de cerveza.
190. Te purgaban.
191. Te cuidabas con Sultán.
192. Te morías por unos rines de magnesio.
193. Tu bicicleta tenía timbre y le ponías un cartón o un plástico a los rayos para que sonaran. Ni pensar en las velocidades, ni en amortiguadores.
194. Ponías cauchos bandas blancas, de una y de dos bandas.
195. Jugabas en el Pin 5
196. Le pusiste el techo de vinil a tu carro.
197. Comprabas tus zapatos en Tiendas Rex o en Lucas.
198. Una vez a la semana comías spam.
199. Perdiste la virginidad con la “señora de servicio” o en “El Cazador”
200. Comprabas tus uniformes de scout enfrente de lo que hoy es La Previsora (debajo de El Cazador).
201. Tenías cantimplora y morral verde militar.
202. Usaste un caucho de camión como salvavidas.
203. Tus primeras bermudas eran de tela de paño.
204. No te caías a latas, ni te dabas los besos, dabas o te daban un lenguazo.
205. Cuando alguien pide auxilio tu le respondes “... socorro, Petare, Los Chorros”
206. Tus balones de futbol eran de cuero marrón.
207. Cuando se rompían tus pelotas de spalding las forrabas con “Teipe” eléctrico.
208. Para ti, jugar con catcher, peto, careta y rodilleras es jugar “arriao”.
209. Tus botas de excursión eran Frazzanni.
210. En primaria no tenías educación física, sino gimnasia.
211. Para ti, Isa Dobles es la de Mi Media Naranja o la de Cuidar es querer.
212. Te bañaste con Cadun, el “shock” de Susana Jiménez.
213. Trabajaste perforando o verificando tarjetas IBM.
214. Estudiaste Cobol y Fortran.
215. Tenías una novia taquígrafa.
216. Mandaste a retocar las fotos o a pintar de colores las de blanco y negro.
217. Comprabas el periódico para buscar trabajo.
218. Te lavaban la ropa delicada con jabón azul.
219. Tomabas Ponche Crema en Navidad (de Heliodoro González P.)
220. A tu papá le regalaban cestas de navidad.
221. Te repetían “Mi angelito más pequeño” todos los diciembres.
222. Estuviste a punto de que te secuestraran el avión y te llevaran a Cuba.
223. Tu gato era con cadena y gancho.
224. A veces no podías ir o regresar de la Colonia Tovar por la espesa neblina.
225. Ibas a las patinatas.
226. Amanecías en la Plaza de Las Palomas en Macuto con los del salón.
227. Te jubilabas de clase para ir a Naiguatá.
228. Recibiste clases de mineralogía.
229. Tenías casetes que por el lado A le escribiste “Lentas” y por el lado B “Rápidas”
230. Echaste talco en el piso para bailar.
231. Ponías velas en botellas y las dejabas derretir.
232. Le sacaste el diablo a una botella de ron.
233. Uri Géller te dobló la cuchara y te paró el reloj.
234. Un día le pusieron “metras” a los picos de las botellas.
235. Las muchachas de servicio querían ser recepcionistas, las recepcionistas ser mecanógrafas, las mecanógrafas taquimecanógrafas, las taquimecanógrafas ser secretarias, las secretarias secretarias bilingües, las bilingües ser secretarias ejecutivas y las secretarias ejecutivas amantes del jefe (más tarde el jefe se empató con las recepcionistas).
236. Usabas tipex y no delete.
237. Para ti, ya el multígrafo era una maravilla, ni se diga el esténcil electrónico.
238. Jalaste bolas o sobornaste para que te pusieran un teléfono.
239. Para tu indigestión y tus ratones usabas sal de fruta.
240. Comprabas azúcar candy en la farmacia.
241. Bajaste a Maiquetía a ver el primer 747 y los DC-10
242. Para viajar a Margarita pasabas 12 horas en el terminal de Puerto La Cruz.
243. Usaste corbatas de dos centímetros de ancho y luego de 15 centímetros. En el medio te las pusiste tejidas.
244. Te pusiste un flux tornasolado.
245. Usaste ropa de poliéster.
246. Si eres hombre lo primero que te pusiste fue Wilson.
247. Almorzabas viendo el show de Victor Saume
248. No te perdías el Show de Renny (sobre todo cuando hacia toddy con la licuadora.
249. No te perdías el batazo de la suerte: “¿niño, niña, papá o mamá?”
250. Te volvías un culo tratando de saber cuánto pagar en los peajes con las venditas tarjetas perforadas.
251. Esperabas en diciembre la gaita de las cuñas y la de las locas de Simón.
252. Sabes quien es Adrián Guacarán
253. Patinaste en los Naranjos antes de que existiera la urbanización.
254. No te perdías las patinatas en Santa Cecilia en Diciembre, o hacías el famoso trencito en Cumbres.
255. Sabes quien es Nadia Comanecci y Mark Spitz.
256. Viste al menos dos veces El Día Que Me Quieras de Cabrujas
257. Hiciste la “cola de los coleados” en el Festival Internacional de Teatro.
258. Compraste Superpelotas. (las negras un poco mas pequeñas que una pelota de béisbol)
259. Conociste el Magallanes de Gustavo Gil con Aristimuño y la Guaira de Remigio Hermoso con Enzo Hernández.
260. Veías el festival de la voz de oro de Venezuela y el Festival de San Remo.
261. Sabes quienes son Sandro, Piero, Jairo, Eliana Pitman y Nelson Ned.
262. Te acuerdas cuando trajeron el Batimovil y lo presentaron en la zona rental de la plaza Venezuela.
263. Fuiste a alguna fiesta con la Billo’s Caracas Boys, Porfi Jiménez o Los Melódicos en el Club Los Cortijos, o en el Club de Suboficiales..
264. Viste las Olimpiadas de México en el cine.
265. Te mataste por ver Operación Dragón en el cine Altamira.
266. Comiste manzanas acarameladas en el Humbolt.
267. Echaste más de una broma con Pica Pica y Peoliquido.
268. Sacaste premios de las cajas de Ace.
269. Cantaste “Bobenzo....ay pobre bobenzo”
270. Sabes quienes son Amelia Román y José Bardina
271. Sabes que cada región tiene su nombre y en todas ...
272. Jugaste Agente Fantasma…y todos los niños querían ser Fanta y las niñas Macco.
273. Jugaste a quemado; a 1,2,3 Enrique Peña; cero contra pucero; 1,2,3 Pollito Inglés; Pisé; Stop, la Ere, Guanaco por las orejas, palito mantequillero, Paz y Guerra, ladrón y policía; a la víbora de la mar y alé limón.
274. Siempre quisiste tener una casa sobre un árbol.
275. Cambiabas suplementos.
276. Fuiste a los cines al aire libre en el interior.
277. Fuiste al cine en traje de baño en Los Caracas.
278. Viste la Texana con Raquel Welch
279. Viste Malicia con Ornella Muti
280. Tuviste malos pensamientos con Emanuelle
281. Viste Garganta profunda y Nacidos para perder
282. Usate los lentes para ver en tres dimensiones
283. Sabes quienes son Joselito, Pili y Mili, Marisol y las trillizas de oro.
284. Te mandaron a hacer trabajos sobre Cien Años de Soledad y Doña Bárbara
285. Sabes quien es Palito Ortega y viste Amor en el Aire.
286. Cantaste: “Saco, Chaleco y Pantalón hace a un hombre...”
287. Diste serenatas.
288. Ibas por Caracas cogiendo mamones, pumarosas, guayabas, mangos de los árboles.
289. Patinaste sobre hielo en La Hoyada.
290. Votaste por un final para la Señora de Cárdenas.
291. Recuerdas el cabillazo a Luís Herrera.
292. Te echabas Jean Marie Farina o Jean Naté y le regalabas a tu viejo, el día de los padres, Lavanda Atkinsons.
293. Usaste collares de pucas y te ponías cocuizas.
294. Hiciste cadenetas con tapas de cerveza.
295. Te bañaste en la piscina de Naiquatá y escogías en cual de las tres playas bañarte.
296. Pescabas con tu viejo, con caña o carrete, en algún lugar del litoral del Departamento (que no Estado) Vargas.
297. Si conoces Los Roques lo hiciste después de los 30 y pico.
298. Tenías que pasar por el medio de Morón para llegar a Morrocoy y en la autopista Valencia- Puerto Cabello siempre habían derrumbes de grandes piedras.
299. Tiraste martillitos y prendiste saltapericos.
300. Hacías explosiones con una bujía, un clavo y cabecitas de fósforos.
301. Le arrancabas la estrella a los Mercedes para jugar Agentes Fantasma.
302. Comprabas tapas de rines y esterillas en las autopistas. Es más, sabes qué es una esterilla y cuántos modelos diferentes había.
303. Tenías discos grabados en mono.
304. Tenías una grabadora de cintas (en carretes)
305. Pintaste tu casa con los rodillos que imitaban papel tapiz.
306. Pusiste papel tapiz en tu casa.
307. Te montaste en un thunderbird o en un studebaker.
308. Ibas a la carretera del Junquito o a la de oriente a comprar “platinas” en las chiveras.
309. Veías Perry Mason, El Santo, Viaje al fondo del mar, Perdidos en el espacio, el Investigador Submarino, el Túnel del Tiempo, Valle de Pasiones, Los Invasores, Jim West, Manix, Misión Imposible, Superagente 86, Mister Solo.
310. Te saltaste el torniquete del autobús y cuando el chófer iba a arrancar contaba el número de pasajeros y le daba vueltas al torniquete el mismo número de veces, luego pasaba a cobrarte.
311. Te acuerdas del asesinato de Sharon Tate por Charles Manson.
312. Le sacaste fotos a la pantalla de televisión cuando “Un pequeño paso para un hombre pero un gran paso para la humanidad”.
313. Te son familiares los nombres de Enzo Hernández, Remigio Hermoso , Ángel Bravo, José Herrera, Aurelio Monteagudo, César Tovar, Paúl Casanova, Teodoro Obregón, Gustavo Gil, Oswaldo Blanco, Gonzalo Márquez, Víctor Davalillo, Jesús Aristimuño.
314. Viviste la triple corona de Carl Yastrenski.
315. Se te paró el corazón con Cristian Barnard.
316. Para ti, Cecotto y Fitipaldi son sinónimos de velocidad.
317. Le llevaste la cuenta a Hank Aaron .
318. Siempre considerarás que el mejor equipo fue el de Pelé, Tostao, Jairzinho, Rivelino, Carlos Alberto, y Gerson.
319. Militar arrecho Moshé Dayán. Dictadores Strossner, Papá Doc y Babe Doc, Banzer, Somosa, Franco, Salazar.
320. Cantaste Alfonsina y el mar, te sabías las de Víctor Jara y Alfredo Zitarrosa.
321. Fuiste a un concierto del grupo Ahora o de Los Guaraguao con Alí Primera.
322. Viste a Pipi Calzaslargas
323. Sabes qué es una cuchita.
324. Fuiste a la Ciudad de los Muchachos.
325. Veías el Gran Chaparral, Flipper, Furia, Lasie, Combate, Los Comandos de Harrison, Tarzán (con Ron Ely), Daktari, Maya, Marcado (...sufre su desohonor con la consciencia tranquila ¿quién dirá la verdad?), el Dr. Kildare, Ben Casey, La Casa de la Pradera .
326. Se te murieron Janis Joplin y Jimi Hendrix
327. Se te heló la sangre con “El pájaro con las plumas de cristal” o “Cuatro moscas sobre terciopelo azul”, en todo caso con la fiebre de los zombies.
328. Te hartaste de los spaghetti-western de Sergio Leone.
329. Recuerdas las hambrunas de Biafra.
330. Le manifestaste a Richard Nixon.
331. Viste a Julio Iglesias, Karina o Las Mocedades ganar en el Festival de Eurovisión.
332. Tus canales de Televisión cerraban por las noches.
333. Te pegaste a ver Kojak, Los Inmortales, Colombo, Ocho son suficientes, Sandokan, Bonanza, Starky y Hutch, Kung Fu, Los ángeles de Charlie, Haway 5-0,La Ley del revolver,.
334. Cantaste “Borriquito como tu”
335. Se nos separararon los Beatles, se nos murió Jim Morrison y Louis Armstrong
336. Usaste o te buseaste un hot pants.
337. Para ti Mohamed Alí siempre será Cassius Clay
338. Fuiste a ver Jesucristo Superstar.
339. Fuiste a ver “El discreto encanto de la burguesía” no entendiste nada pero saliste diciendo “¡qué profunda!.
340. Querías ser el Hombre Biónico (de 6 millones de dólares)
341. Te calaste todos los capítulos de Raices (Kunta quinte)
342. Usaste monopatín.
343. Viste el Planeta de los simios, Quincy, Hombre rico, hombre pobre,
344. Hasta que se murió Elvis Presley
345. Creciste con los hijos de Hanna y Barbera: La Tortuga D’Artagnan, Tristón, Leoncio, el Lagarto Juancho, Yogui y Booboo, Choper, el Lobo Hokey, Hucks, el señor Jinks, Dixie y Pixie, Los Picapiedras, Canuto y Canutin, Tiroloco MacGraw, el Gran Gazoo, Don Gato y su pandilla.

sábado, 11 de junio de 2011

Palabras en el Homenaje a Simón Sáez Mérida




Al principio fue una foto puesta en Facebook:


La foto en blanco y negro muestra a 8 hombres posando al estilo en que lo hace un equipo deportivo. Se trata de 7 profesores y 1 estudiante de la Escuela de Sociología y Antropología a fines de los años 70’s, comienzos de los 80’s. Entre ellos hay un británico, un chileno, tres argentinos y tres venezolanos, visten ropa deportiva y formaban parte de un campeonato de futbolito que se organizó entre profesores y estudiantes de aquella época. La foto es de José (el Gato) Rojas y fue puesta en Facebook por ese archivo andante de recuerdos y cariños que es Johny Ascanio.

Quedará para la historia -y por pura casualidad- que el primero que comentó esa foto fui yo. Mi primer comentario al verla fue el siguiente: ¡Qué maravilla de foto! Este tipo de actividad es impensable en la Escuela actual. Qué lástima.”

Lo que me maravilló de la foto fueron dos cosas: que volvía a ver después de tantos años a personas que significaron tanto en mi vida como mis profesores Dick Parker, Carlos Sabino, Vladimir Acosta, Hugo Calello, Simón Sáez Mérida y mi compañero de clases Juan Guevara y que me demostraba contundentemente que nuestra escuela fue, en algún momento, algo vivo, en sus acepciones de humano, activo, vivaz, fuerte y vivible, que también hubo algo que ya no queda, que fue y ya no es, ese constatar que el erial en que la hemos convertido con los años se nos muestra aún más terrible cuando gracias a la foto podemos ser testigos de lo que dejamos atrás.

¿En qué pensaba cuando me lamentaba? En que personas tan distintas y hasta enfrentadas en recorridos vitales, posturas políticas, maneras de ver la vida y con estructuras valorativas muy disímiles podían, no obstante, divertirse sanamente haciendo parte de un mismo esfuerzo de equipo, que profesores y estudiantes pudieran compartir olvidando por momentos la existencia de una jerarquía, pero sin que perdiéramos, ni por un mínimo instante el respeto y la admiración por nuestros docentes y ellos por sus pupilos. Que los integrantes de la escuela tuviésemos la altura de miras como para valorar lo que estos intercambios significaban para construir comunidad.

En pocos días esa foto prendió la pradera. Entre el 5 y el 22 de enero de este año, 98 comentarios se sucedieron de más de 30 personas que hoy, a 30 años del momento que capta la foto, vivimos dispersos en cuatro o cinco países de tres continentes. Pasamos de comentar la foto y sus protagonistas a recordar anécdotas…, hasta que Fran Argelis Salcedo propuso recopilarlas y Carmen Ferris recogió el guante de hacer la edición del libro electrónico. En pocas semanas se recopilaron los textos que evocaban al “viejo”, las fotos que aún conservábamos y toda la buena vibra que siempre acompañó este proyecto. Luego vino la idea de hacer algo para que las nuevas generaciones de la Escuela supieran de nuestra admiración y agradecimiento por Simón, supimos de la existencia de planes concretos para mejorar esta sala que lleva su nombre y quisimos colaborar en su dotación y en cinco escasos meses logramos lo poco o mucho que hoy estamos presenciando en este acto homenaje.

No obstante hay algo que no se ve, algo que no se extingue, un grupo de compañeros, muchos de los cuales no nos veíamos desde hacía más de 30 años, nos contactamos a través de las redes sociales para descubrir que continuaban existiendo lazos uniéndonos fuertemente, lazos que se tejieron en esos pocos años de nuestra estadía en nuestra escuelita, que a pesar de los derroteros que cada quien emprendió y de las distancias geográficas, pero también políticas y valorativas, en una palabra vivenciales, que hoy nos separan, seguíamos teniendo un discurso compartido, una coral basada en querencias, remembranzas, saudades y fuertes valores. Nos descubrimos personas, buenas personas.

Esa voz coral tomo forma gracias a la tecnología, mírenla…




... se trata de un gráfico de nube en la que se recopilan las 150 palabras más recurrentes en nuestro discurso colectivo mientras comentábamos la foto. El tamaño de cada palabra da cuenta de su frecuencia de mención.

Sólo quiero destacar la presencia de palabras tan significativas como amistad, abrazos, afectos, acuerdos, bien,­­­ cariño, gracias, integridad, familia, memoria, recuerdo, vivencias, vida y siempre entre otras, ¡qué mejor compañía lingüística para custodiar a esas tres que nos reúnen hoy “profesor”, “Viejo”, “Simón”!

Esas palabras las escribimos nosotros, están en nuestro vocabulario, sabemos su significado, queremos decir y nos vienen a la mente para que sea dicho, construimos realidades con ellas… Una sociedad no se cambia con palabras, pero ninguna se podrá construir si antes no la nombramos. Del uso de estas simples y llanas palabras, con su conjunción sólo puede salir una realidad mejor, hagámoslas de uso cotidiano y podrán decir de nosotros como dijo Saramago: El mundo está cambiando y ellos saben que deben buscar en sí mismos las personas nuevas en que se convertirán.

Muchas gracias por la oportunidad


Por: Nicolás Toledo Alemán

Acto en Homenaje al Profesor (+) Simón Sáez Mérida

Escuela de Sociología UCV

10 de Junio de 2011

domingo, 1 de mayo de 2011

Ernesto Sábato, mi padre y el Teorema de los infinitos monos















Ernesto Sábato Nicolás Toledo Santana


Por: Nicolás Toledo Alemán

Si bien mi padre, Nicolás Toledo Santana (Las Palmas de Gran Canarias, 1910) nació un año antes que el afamado escritor argentino y murió en 1982, a los 72 años de edad mientras que el longevo novelista que acaba de dejarnos alcanzó los 99 años; si bien el uno era canario migrado a Venezuela y el otro nacido en Argentina, hijo de italiano y albanesa; si bien él un perfecto desconocido y aquel famoso y celebrado, siempre me ha dado por creer que mi papá y Sábato tenían mucho en común, además de cierto parecido físico pues eran hombres menudos, con una calva frontal y lentes de gruesa pasta y de que ambos nacieron en junio, mi padre un 27 y Sábato un 24.

Luego de la muerte de mi padre, cada vez que veía a Sábato por la prensa o en televisión, me reconfortaba pensar que así como se veía el novelista, se vería mi papá de no haber muerto tan prematuramente. Sus libros, ensayos y entrevistas me cautivaban y me alegré muchísimo cuando ganó el premio Cervantes o cuando entregó su informe Nunca Más o Informe Sábato donde desnudó las atrocidades de las dictaduras argentinas de los años setentas y ochentas.

Sus posturas políticas también eran muy parecidas. Ambos fueron comunistas en su juventud y denigraron de dicha ideología al constatar los desafueros estalinistas. Aborrecían las guerras y las dictaduras, las injusticias y la opresión allí donde y como se manifestaran.

Hoy, 30 de abril de 2011, al enterarme de la muerte de Ernesto Sábato, me puse a leer lo que de él se escribió en la prensa y en las redes sociales y fue en El País de España donde encontré un artículo titulado “Me llamo Ernesto…” extracto de su libro de memorias 'Antes del fin' (1999).

En ese artículo encontré una confesión de Sábato que me dejó perplejo pues emparienta a estos dos hombres más allá de lo que pude alguna vez imaginar. Pero para que me puedan comprender, permítanme antes dar un pequeño rodeo.

Como ya dije, mi padre era canario, comunista y, en el contexto español de los años treinta, obviamente, republicano. No obstante, como le ocurrió a tantos otros, cuando el comandante del ejército en Canarias Francisco Franco se alza en armas contra la República en julio de 1936, a los pocos días lo recluta para sus fuerzas insurgentes bajo amenaza de muerte, por lo que tuvo que ir a la guerra en el bando contrario al de sus convicciones. Cuando los expedicionarios de África emprenden su cruzada de terror en la península, mi padre los acompañaba como cabo sanitario, destacamento al que accedió como “privilegio” dado la poca confianza que les generaba a sus superiores que prefirieron verlo portando camillas antes que con fusiles y pistolas. No obstante pasar la guerra curando heridos le abrieron tres consejos de guerra por desacato.

Gracias a que no disparó ni un tiro pudo sobrevivir a la culpa de haber ganado cuando debió haber perdido, de haber estado en el bando equivocado. Aun así, nunca recuperó su autoestima y a este respecto nos legó en vida una historia cabizbaja.

Muchos años después, mi juvenil militancia política en el Movimiento al Socialismo que inicié con su consentimiento a los 14 años de edad, mis primeras lecturas políticas tan variadas como Gorki, Pulitzer, Fanon o Harnecker y el hecho de ser hijo de migrantes españoles hicieron que buscara tenazmente hacerlo hablar de un tema del cual siempre estuvo negado a hablar: su pasado político y militar antes, durante y después de la guerra civil española. De lo poco que logré sacarle, tal era su aversión a recordar esos momentos, se encuentra una historia que he atesorado desde entonces.

En el frente de guerra las tropas insurgentes de los nacionalistas, de las que él formaba parte sin desearlo, entraban a los pueblos en ruinas y entre escombros, cenizas, polvo y cadáveres escarbaban buscando esos “tesoros” que son los botines de guerra para la soldadesca y cogían para sí joyas, cubiertos, ropas, provisiones y cuanta cosa de valor hallaran.

No recordaba exactamente dónde, si en Brunete, Cádiz o cuál lugar del frente del Ebro, ni cuándo (pero debió ser entre 1937-38) pero él sólo se robó una cosa, un tesoro: un libro de matemáticas de un autor francés. Nunca me dijo el nombre del autor o de la obra y, lamentablemente, su “tesoro” desapareció con los años, pero sin duda alguna ese libro estuvo en los orígenes de su gran pasión por las matemáticas y la física, al punto de que 25 años después, cercano a sus 60 años de edad, se puso a estudiar física en la Escuela Técnica Industrial de Los Chaguaramos, actual facultad de Ciencias de la UCV.


Pues bien, volviendo a Sábato, en el extracto autobiográfico encontré la siguiente confesión:


(En 1935) “Durante el día deambulaba a la deriva por las calles de París, sin llegar a ver hacia qué tierras me arrastraría el naufragio. Hasta que una tarde entré en la librería Gibert, del Boulevard Saint-Michel, y robé un libro de análisis matemático de Émile Borel y escapé con él escondido en mi sobretodo. Recuerdo aquel atardecer gélido de invierno, leyendo los primeros fragmentos, con el temblor de un creyente que vuelve a entrar a un templo luego de un turbio periplo de violencias y pecados. Aquel sagrado temblor era una mezcla de deslumbramiento, de recogida admisión y de una paz que hacía tiempo anhelaba mi espíritu: el orbe matemático me llamaba a sus puertas por segunda vez.
De regreso en el país, espiritualmente destrozado, me encerré en el Instituto de Físico-Matemática, y en pocos años terminé mi doctorado.”


Esta lectura me hizo descubrir que Sábato y mi padre compartieron, además y por si fuera poco, la pasión por los números, que ambos robaron con pocos años de diferencia un libro francés de matemática y que ambos se refugiaron en la matemática para huir del desencanto que les producía la política, la violencia y la guerra.

Por supuesto me puse a indagar por el autor del texto robado por Sábato.

Quería saber hasta dónde las casualidades que unieron a estos dos hombres eran capaces de llegar. ¿Sería posible que hubiesen robado el mismo libro? ¿Es posible que Émile Borel fuese el autor del libro hallado entre escombros por mi padre?

No hubo manera de responder estas preguntas, pero lo que encontré, me ha producido un gran revuelo personal que amenaza con cambiar radicalmente mi forma de ver la vida.

Resulta que Émile Borel fue el creador del llamado popularmente “Teorema de los infinitos monos”.

Citando la Wikipedia:

El teorema de los infinitos monos afirma que un mono pulsando teclas al azar sobre un teclado durante un periodo de tiempo infinito casi seguramente podrá escribir finalmente cualquier libro que se halle en la Biblioteca Nacional Francesa. En una nueva exposición del mismo teorema, más popular entre los angloparlantes, los monos podrían escribir las obras de William Shakespeare.

En este contexto, el término casi seguramente es un término matemático con un sentido preciso y el "mono" no es en realidad un mono, sino que se trata de una metáfora de la creación de una secuencia aleatoria de letras ad infinitum.

La idea original fue planteada por Émile Borel, en 1913, en su libro Mécanique Statistique et Irréversibilité. Borel dijo que si un millón de monos mecanografiaran diez horas al día era extremadamente, extremadamente improbable que pudiesen producir algo que fuese igual a lo contenido en los libros de las bibliotecas más ricas del mundo y aun así, en comparación, sería aún más inverosímil que las leyes de la estadística fuesen violadas, siquiera someramente. Para Borel, el propósito de la metáfora de los monos era ilustrar la magnitud de un acontecimiento extraordinariamente improbable.


Después de 1970, la popular imagen de los monos se extendió hasta el infinito, convirtiéndose en que si un infinito número de monos mecanografiaran por un intervalo infinito de tiempo producirían texto legible. Insistir en ambos infinitos es, empero, excesivo. Un solo mono inmortal que ejecutase infinitamente tecleos sobre una máquina de escribir podría casi con toda seguridad escribir cualquier texto dado y un número infinito de monos podrían producir todo texto posible inmediatamente, sin demora. De hecho, en ambos casos, el texto sería producido un infinito número de veces.

Así pues que estoy por creer que en algún lugar del infinito Universo hay infinitos monos tecleando sin parar y que las casualidades encontradas en la vida de estos dos hombres, Ernesto Sábato y Nicolás Toledo Santana, mi padre, no son más que secuencias aleatorias fruto de su extenuante ejercicio y que nuestras vidas, las suyas amigos que me leen y la mía, no son más que el producto de un incesante teclear que combina, sin ton ni son, unas pocas letras repetidas perpetuamente.

miércoles, 20 de abril de 2011

Palabras en homenaje a Jeannette Abouhamad

A propósito del Bautizo y Presentación del libro de la Biblioteca Biográfica Venezolana "Jeannette Abouhamad", de la Profesora Elsa Cardozo

Por: Nicolás Toledo Alemán

Entre 1978 y 1980 yo fui preparador de Jeannette Abouhamad y de Gisela Hobaica en la cátedra de Epistemología y Teoría Social de la segunda mitad del siglo XX. Una generosa carta de recomendación de Jeannette me abrió el camino para trabajar en el Cendes y, posteriormente, obtener una beca para estudiar en Francia. En 1983, ya en París, recibí una llamada de Gisela, su colega y prima, pidiéndome un favor muy particular: que fuera a la catedral de Notre Dame a pedirle a Dios por Jeannette quien estaba agonizando.

Yo nunca había entrado a una iglesia con el propósito de hablarle a Dios, pero esa vez lo hice. No sabía el protocolo, las formas adecuadas para semejante petitorio; por supuesto tampoco sabía yo acompañar mis suplicas con ningún rito, plegaria o retórica acorde con mi interlocutor. A decir verdad, tampoco sabía si me estaría escuchando alguien y aquel Dios me sigue pareciendo difuso e inconmensurable. Pero lo hice. Lo hice con todo el fervor que un marxista, aunque en trance de dejar de serlo, podía implorar. Lo hice por ella.

Fue en otra iglesia, 20 años después, con el padre Baquedano, que escuché una historia que quiero compartir con ustedes:

Había una vez un viejo capitán de un gran barco que cada vez que tenía que emprender una travesía transoceánica llegaba al puerto, ascendía a su barco y en lugar de ir directamente al puente de mando iba ritualmente a su camarote, allí abría una alacena y extraía un cofre. Lo abría con una vieja llave que siempre llevaba consigo y sacaba un papel manido. Lo desdoblaba, lo leía con atención, lo doblaba de nuevo y lo guardaba en el cofre. Cerraba todo y, entonces sí, se dirigía a su puesto de mando. Siempre hacía lo mismo cumpliendo ese secreto ritual.

Cuando el viejo capitán murió, su tripulación quiso desvelar el secreto, saciar su curiosidad y averiguar qué cosa de tanto valor o importancia pudiera encontrarse en ese cofre. Fueron al camarote, abrieron el cofre y leyeron el papel, que para sorpresa de todos, sólo contenía cuatro palabras: babor izquierda, estribor derecha.

El padre Baquedano contaba esta historia oficiando un matrimonio para ilustrarnos el valor de los fundamentos, lo que quería hacer ver era que un matrimonio era como un largo viaje que requería se emprendiera con cuatro bases sólidas: amor, comunicación, comprensión y perdón. Quería dejarle a los novios la reflexión acerca de que las reglas de convivencia son en realidad pocas y así de claras, son sencillas fórmulas morales.

Abusando quizás de la imagen, los que conocimos a Jeannette reconoceremos de inmediato que tener clases con ella era nuestra particular búsqueda de ese cofre y que sus enseñanzas fueron…, son, como ese papelito del viejo capitán. Ella nos enseñó fundamentos, fundamentos sólidos no sólo para ser buenos sociólogos, que sería si a ver vamos, algo derivado, consecuencia de lo que en verdad le importaba: eran…, son bases para ser personas dignas. Mi papelito, el que ella me enseñó y que he tratado de seguir desde entonces decía: libertad, dignidad, saber, responsabilidad.

La combinación de esos cuatro fundamentos nos dice que sólo siendo libre puedes sentir respeto por ti mismo, que huir de la mediocridad es la vía para ser libre intelectualmente. Que sólo siendo digno te puedes sentir libre, Que debes dudar de lo que has aprendido y no ser dogmático. Que para conocer, para saber de algo tienes la responsabilidad de, primero, revisarte a ti mismo. Que no debes admitir acríticamente nada, pero tampoco desecharlo. En fin, que no se trata de seguir como borregos esta bandera o aquella otra, sino de lo que se trata es de no ser borregos.

Cada vez que pienso en Jeannette y les puedo jurar que lo hago con frecuencia, lamento no haber sabido rezar aquella mañana en Notre Dame, me consuela saber que al menos le dio tiempo de legarnos a cada uno de los que la conocimos, su respectivo papelito.

Como ustedes saben, Jeannette escogió estudiar a la comunidad de Amuay porque era un pueblo en el que convivían, enfrentándose, lo moderno y lo premoderno, la gran industria con la pesca y agricultura precapitalista. En esa “región de vientos y aguas encontradas” se podía comprender mejor esa venezolanidad. Hoy, cuando estamos viviendo como país la exacerbación de la separación, la negación del otro, la banalización del mal, la intolerancia y la violencia. Hoy cuando Venezuela se ha convertido, toda ella, y en más de un sentido, en esas dos Amuay de las que ella hablaba, “región de vientos y aguas encontradas” busquemos en nosotros mismos esos fundamentos de la dignidad, nos están haciendo más falta que nunca.