lunes, 12 de noviembre de 2007

¿Por qué no lo callamos?



Por: Nicolás Toledo Alemán

El hartazgo del rey Juan Carlos y la ovación con la que los mandatarios asistentes aclamaron su apoyo a las exigencias de respeto del impecable reclamo de Zapatero, unido al hecho de que los únicos apoyos que recibió el mandatario venezolano provienen de Carlos Lage, vicepresidente cubano y de Daniel Ortega (mesnada que paga el derecho de pernada que les impone el petróleo) son síntomas del rechazo que genera Chávez a nivel de las principales democracias del continente americano.

Una cumbre de jefes de estado y de gobierno es el último escalón de una larga escalera de trabajo diplomático. Allí se va a protocolizar las políticas previamente discutidas, acordadas y redactadas en trabajos de comisiones realizados por las distintas cancillerías. Cuando algún país no está de acuerdo con algo, instruye a su canciller y este a sus negociadores para intentar torcer la redacción de un acuerdo, el alcance de una política, los términos o condiciones de un contrato, etc. De tal modo que, cuando ya se dan cita los mandatarios, todo o la mayor parte o lo más importante de los acuerdos están a punto. Llegan los presidentes, los primeros ministros, los jefes de estado o de gobierno y, luego de las fotos protocolares, los intercambios bilaterales y multilaterales, y alguno que otro discurso, estampan su firma. Una cosa de la que poco se ha hablado es que la diplomacia venezolana acude a las cumbres iberoamericanas, así como a las de las Naciones Unidas, las de la Comunidad Andina o a las del MERCOSUR, sin participar en ese trabajo de comisiones o, en caso de haber participado, sin haber logrado imponer sus puntos de vista, razón que explica porqué Chávez llega a dichas cumbres a poner en entredicho los acuerdos previamente alcanzados por todos los demás. Esta cumbre iberoamericana era para llegar a acuerdos sobre cohesión social, algo de sumo interés para nuestros pueblos, pero a Chávez le parece que la palabra cohesión es inapropiada, él prefiere el de justicia social (léase conflicto o lucha de clase cuando no revanchismo social).

Imaginemos el hartazgo que debe producir esa actitud en quienes ya gastaron su cuota de paciencia negociando, cediendo, aportando, discutiendo durante meses. Imaginemos el desconcierto de la anfitriona, la presidenta Bachelet, que habiendo discutido el menú, pretendan cambiárselo a última hora.

Pero hay otra fuente de desconcierto, molestia y hasta bochorno: Chávez lleva cinco años, cinco largos años hablando de lo mismo en esos foros internacionales: los fascistas, golpistas, imperialistas (y agregaría mi hijo: autopistas, manicuristas, recepcionistas) intentaron tumbarme en abril del 2002. Usted, él, aquella, no hicieron nada o si hicieron algo, que yo recuerdo y traigo acá. Y este, aquel o el de más allá, dijeron o no dijeron o interpreto yo y ahora me queda claro… Y mister Bush y los yanquis y el imperio y la campaña mediática tal cosa o tal otra.

Lo cierto del caso es que Chávez ha logrado algo impensable hasta hace unos días: poner a Zapatero a defender a Aznar, a Aznar a agradecerle a Zapatero y al Rey su defensa. Con su improcedente actuación atacó por igual a los socialistas, a los populares y a los monárquicos españoles algo que no logró ni Al Qaeda .

Queda ahora, para nosotros los venezolanos, principales y continuadas víctimas del presidente sinsorgo, mandarlo a callar una vez más negándole esa majadería llamada reforma constitucional con el más efectivo estertor: votando NO. Espero que se nos permita, dado lo que estamos sufriendo con su presencia autoritaria y kitch, agregarle a la frase del Rey el muy castizo vocablo:¡Coño!

1 comentario:

Unknown dijo...

¿Por qué no lo callamos? Yo voy a intentarlo, en las urnas electorales, pero la fórmula funciona si nos damos cuenta de que no hace falta ser el rey para callarlo. Solo hace falta que creamos que somos poderosos. Poderosos como el Rey. Dicen los entrenadores deportivos que se puede perder o ganar pero la diferencia entre los grandes equipos y los que no lo son está en la manera en como dan la lucha, en como no abandonan, en como le ponen corazón. Tenemos ese poder. El poder de nuestras creencias, de la ética que nos ha acompañado toda nuestra vida.