domingo, 1 de mayo de 2011

Ernesto Sábato, mi padre y el Teorema de los infinitos monos















Ernesto Sábato Nicolás Toledo Santana


Por: Nicolás Toledo Alemán

Si bien mi padre, Nicolás Toledo Santana (Las Palmas de Gran Canarias, 1910) nació un año antes que el afamado escritor argentino y murió en 1982, a los 72 años de edad mientras que el longevo novelista que acaba de dejarnos alcanzó los 99 años; si bien el uno era canario migrado a Venezuela y el otro nacido en Argentina, hijo de italiano y albanesa; si bien él un perfecto desconocido y aquel famoso y celebrado, siempre me ha dado por creer que mi papá y Sábato tenían mucho en común, además de cierto parecido físico pues eran hombres menudos, con una calva frontal y lentes de gruesa pasta y de que ambos nacieron en junio, mi padre un 27 y Sábato un 24.

Luego de la muerte de mi padre, cada vez que veía a Sábato por la prensa o en televisión, me reconfortaba pensar que así como se veía el novelista, se vería mi papá de no haber muerto tan prematuramente. Sus libros, ensayos y entrevistas me cautivaban y me alegré muchísimo cuando ganó el premio Cervantes o cuando entregó su informe Nunca Más o Informe Sábato donde desnudó las atrocidades de las dictaduras argentinas de los años setentas y ochentas.

Sus posturas políticas también eran muy parecidas. Ambos fueron comunistas en su juventud y denigraron de dicha ideología al constatar los desafueros estalinistas. Aborrecían las guerras y las dictaduras, las injusticias y la opresión allí donde y como se manifestaran.

Hoy, 30 de abril de 2011, al enterarme de la muerte de Ernesto Sábato, me puse a leer lo que de él se escribió en la prensa y en las redes sociales y fue en El País de España donde encontré un artículo titulado “Me llamo Ernesto…” extracto de su libro de memorias 'Antes del fin' (1999).

En ese artículo encontré una confesión de Sábato que me dejó perplejo pues emparienta a estos dos hombres más allá de lo que pude alguna vez imaginar. Pero para que me puedan comprender, permítanme antes dar un pequeño rodeo.

Como ya dije, mi padre era canario, comunista y, en el contexto español de los años treinta, obviamente, republicano. No obstante, como le ocurrió a tantos otros, cuando el comandante del ejército en Canarias Francisco Franco se alza en armas contra la República en julio de 1936, a los pocos días lo recluta para sus fuerzas insurgentes bajo amenaza de muerte, por lo que tuvo que ir a la guerra en el bando contrario al de sus convicciones. Cuando los expedicionarios de África emprenden su cruzada de terror en la península, mi padre los acompañaba como cabo sanitario, destacamento al que accedió como “privilegio” dado la poca confianza que les generaba a sus superiores que prefirieron verlo portando camillas antes que con fusiles y pistolas. No obstante pasar la guerra curando heridos le abrieron tres consejos de guerra por desacato.

Gracias a que no disparó ni un tiro pudo sobrevivir a la culpa de haber ganado cuando debió haber perdido, de haber estado en el bando equivocado. Aun así, nunca recuperó su autoestima y a este respecto nos legó en vida una historia cabizbaja.

Muchos años después, mi juvenil militancia política en el Movimiento al Socialismo que inicié con su consentimiento a los 14 años de edad, mis primeras lecturas políticas tan variadas como Gorki, Pulitzer, Fanon o Harnecker y el hecho de ser hijo de migrantes españoles hicieron que buscara tenazmente hacerlo hablar de un tema del cual siempre estuvo negado a hablar: su pasado político y militar antes, durante y después de la guerra civil española. De lo poco que logré sacarle, tal era su aversión a recordar esos momentos, se encuentra una historia que he atesorado desde entonces.

En el frente de guerra las tropas insurgentes de los nacionalistas, de las que él formaba parte sin desearlo, entraban a los pueblos en ruinas y entre escombros, cenizas, polvo y cadáveres escarbaban buscando esos “tesoros” que son los botines de guerra para la soldadesca y cogían para sí joyas, cubiertos, ropas, provisiones y cuanta cosa de valor hallaran.

No recordaba exactamente dónde, si en Brunete, Cádiz o cuál lugar del frente del Ebro, ni cuándo (pero debió ser entre 1937-38) pero él sólo se robó una cosa, un tesoro: un libro de matemáticas de un autor francés. Nunca me dijo el nombre del autor o de la obra y, lamentablemente, su “tesoro” desapareció con los años, pero sin duda alguna ese libro estuvo en los orígenes de su gran pasión por las matemáticas y la física, al punto de que 25 años después, cercano a sus 60 años de edad, se puso a estudiar física en la Escuela Técnica Industrial de Los Chaguaramos, actual facultad de Ciencias de la UCV.


Pues bien, volviendo a Sábato, en el extracto autobiográfico encontré la siguiente confesión:


(En 1935) “Durante el día deambulaba a la deriva por las calles de París, sin llegar a ver hacia qué tierras me arrastraría el naufragio. Hasta que una tarde entré en la librería Gibert, del Boulevard Saint-Michel, y robé un libro de análisis matemático de Émile Borel y escapé con él escondido en mi sobretodo. Recuerdo aquel atardecer gélido de invierno, leyendo los primeros fragmentos, con el temblor de un creyente que vuelve a entrar a un templo luego de un turbio periplo de violencias y pecados. Aquel sagrado temblor era una mezcla de deslumbramiento, de recogida admisión y de una paz que hacía tiempo anhelaba mi espíritu: el orbe matemático me llamaba a sus puertas por segunda vez.
De regreso en el país, espiritualmente destrozado, me encerré en el Instituto de Físico-Matemática, y en pocos años terminé mi doctorado.”


Esta lectura me hizo descubrir que Sábato y mi padre compartieron, además y por si fuera poco, la pasión por los números, que ambos robaron con pocos años de diferencia un libro francés de matemática y que ambos se refugiaron en la matemática para huir del desencanto que les producía la política, la violencia y la guerra.

Por supuesto me puse a indagar por el autor del texto robado por Sábato.

Quería saber hasta dónde las casualidades que unieron a estos dos hombres eran capaces de llegar. ¿Sería posible que hubiesen robado el mismo libro? ¿Es posible que Émile Borel fuese el autor del libro hallado entre escombros por mi padre?

No hubo manera de responder estas preguntas, pero lo que encontré, me ha producido un gran revuelo personal que amenaza con cambiar radicalmente mi forma de ver la vida.

Resulta que Émile Borel fue el creador del llamado popularmente “Teorema de los infinitos monos”.

Citando la Wikipedia:

El teorema de los infinitos monos afirma que un mono pulsando teclas al azar sobre un teclado durante un periodo de tiempo infinito casi seguramente podrá escribir finalmente cualquier libro que se halle en la Biblioteca Nacional Francesa. En una nueva exposición del mismo teorema, más popular entre los angloparlantes, los monos podrían escribir las obras de William Shakespeare.

En este contexto, el término casi seguramente es un término matemático con un sentido preciso y el "mono" no es en realidad un mono, sino que se trata de una metáfora de la creación de una secuencia aleatoria de letras ad infinitum.

La idea original fue planteada por Émile Borel, en 1913, en su libro Mécanique Statistique et Irréversibilité. Borel dijo que si un millón de monos mecanografiaran diez horas al día era extremadamente, extremadamente improbable que pudiesen producir algo que fuese igual a lo contenido en los libros de las bibliotecas más ricas del mundo y aun así, en comparación, sería aún más inverosímil que las leyes de la estadística fuesen violadas, siquiera someramente. Para Borel, el propósito de la metáfora de los monos era ilustrar la magnitud de un acontecimiento extraordinariamente improbable.


Después de 1970, la popular imagen de los monos se extendió hasta el infinito, convirtiéndose en que si un infinito número de monos mecanografiaran por un intervalo infinito de tiempo producirían texto legible. Insistir en ambos infinitos es, empero, excesivo. Un solo mono inmortal que ejecutase infinitamente tecleos sobre una máquina de escribir podría casi con toda seguridad escribir cualquier texto dado y un número infinito de monos podrían producir todo texto posible inmediatamente, sin demora. De hecho, en ambos casos, el texto sería producido un infinito número de veces.

Así pues que estoy por creer que en algún lugar del infinito Universo hay infinitos monos tecleando sin parar y que las casualidades encontradas en la vida de estos dos hombres, Ernesto Sábato y Nicolás Toledo Santana, mi padre, no son más que secuencias aleatorias fruto de su extenuante ejercicio y que nuestras vidas, las suyas amigos que me leen y la mía, no son más que el producto de un incesante teclear que combina, sin ton ni son, unas pocas letras repetidas perpetuamente.

7 comentarios:

Unknown dijo...

Tio, en este momento no se si empezar a leer a Sábato o buscar el libro de Borel para estudiar el teorema de los infinitos monos... Gracias por compartir esto.

Un abrazo.

ARACELI dijo...

Tío, insisto que estas cosas sólo nos pasan a los Toledo. Quisiera saber qué mono teclea mi futuro.
Un beso

ARACELI dijo...

HERMANO, EL COMENTARIO ANTERIOR ES DE FUCHO.
EN LO PERSONAL, ME ENCANTÓ

Denisse dijo...

Tio, gracias por enseñarnos mas y mas cosas....
excelente.... quiero buscar a Borel, quiero leer mas de Sábato, y quiero saber historias de mi abuelo.
Gracias por este regalo!
Te quiero

PEPE dijo...

Un goce leer este artículo. Todo lo que hemos compartido hace que esta historia me toque el corazón. Lo que hemos compartido se ha fraguado en nuestros caracteres que nos hacen parecer como distantes o como duendes de una historia cabizbaja; Lo que compartimos, incluyendo a nuestras familias, nació en La Castellana organizando la venta de muñecas que servirían de finanzas para "la causa"; con Denisse chiquita y sus ojos inmensos dando vueltas alrededor de las muñecas. Todo parece parte de ese infinito repiqueteo.
Un abrazo ... pp

Evelia dijo...

Nico, felicidades, muy bueno y curioso el articulo... y Pepe, sin quererlo, entrelazo mas los hilos de nuestras vidas... las muñecas las hice yo.Besos

RATCOMPOS dijo...

Increíble tío, mil gracias por este maravilloso dato, eres un crack. a buscar a Borel y a Sábato yaaaaaaaaaaa.